viernes, 9 de septiembre de 2011

Zarautz II: No todo iba a ser malo

Después de una pequeña introducción al tema y una entrada sobre lo malo de lo vivido el sábado pasado en Zarautz (con record de visitas al blog, ya lo sé, soy muy egocéntrico) vamos a contar lo bueno, que también lo hubo.

Levantarse un sábado incluso antes de lo que te levantas para ir a currar, esperar que en la calle no haya ningún tipo de ruido y escuchar cómo se cierra la puerta del garaje de debajo de casa. Parece que Luisa madrugó aún más que yo. Echar un vistazo al portátil, que estaba encendido y ver un mensaje de Katy ("Llámame"). Sobre la marcha, cambio de planes, salir media hora antes, recogerla, repostar y emprender la marcha. Un viaje de ida con poca charla (no se debe salir hasta tarde horas antes de un viaje así), con tres paradas en el camino y bastante lluvia de Bilbao hasta casi la llegada a Zarautz. Atasco en el peaje, llegada, encontrar aparcamiento bastante rápido no sin antes ver el coche de Evaristo (para mí que estaba mal aparcado, solamente faltaba que le hubieran puesto una multita), pegarse con la máquina de tickets de la zona azul y paseo corto hasta la playa. Ver un poco el ambiente y a caminar buscando un bar para reponer fuerzas.

Y como los dos que íbamos ya sabemos cómo va el tema, pasamos de las cafeterías del paseo de la playa, con nombres tan vascos como Aloha y nos dirigimos hacia la zona vieja. Mi sentido de la orientación nos hizo dirigirnos sin fallo, pero aún así preguntamos a un señor muy amable que se enorgulleció que nos dirigiéramos a él como "señor". Una vez confirmado que íbamos por buen camino comenzamos el asalto a las barras de los bares zarauztarras. Y a la primera acertamos. Buen local, la barra llena de pintxos ricos, ricos y con fundamento, como dice un famoso cocinero residente en la localidad, un buen vinito, cerveza y buena música. Por cierto, en la puerta estaba el barbas de Bricomanía. Seguimos callejeando y seguimos con la rutina de bebidas y pintxos, buen nivel pero no tanto como en el primer bar, que no me quedé con el nombre, pero sé volver por si acaso. Así que volvimos allí y ya no estaba el barbas, pero nos fijamos en un detalle que se nos pasó por alto la primera vez. El camarero llevaba un puestazo importante, incluso pienso que estaba de dobletazo. Pero cómo se movía.

Como se acercaba la hora prevista nos dirigimos a la playa (larga, mide casi 3 kilómetros) y una vez llegados a la zona dónde se suponía que iba a estar la acción nos sentamos en el muro a esperar acontecimientos, no sin antes ver cómo estaban preparando una vaca al espeto. Y es que para comer estos vascos son muy exagerados. Resaltar tambié que en el camino desde los bares a la playa me debí enamorar 4 veces.

Un rato después llegaron Luisa, Ana, Elena y Lis y estuvimos buscando una posición para ver si oteábamos a Evaristo sin que él nos viera. Pero como tiene mucho ojo vio a su hermana, así que nos acercamos a saludar y a charlar un rato con él. Otro paseo largo siguiendo a los concursantes, sentarnos en la arena a esperar, charla, alguna cerveza (la última San Miguel de mi vida), patatitas, subir alguna foto al Facebook para que las vieran los fans y ver las mangas del casting, que ya sabéis cómo acabó (TONGOOOOOO). Incluso tuvimos tiempo para conocer a una de las rivales de Evaristo, Igone, que por lo poco que hablamos me pareció maja y que al final logró entrar en la selección final, así que suerte.

Katy y yo decidimos volver a Sanci antes de saber el resultado del casting, así que nos comimos un bocata de tortilla acompañado de una Coca Cola y emprendimos el camino de regreso.

Radio, llevia, charla (esta vez sí), canciones que hace tiempo que no escuchaba y parada a cambiar de conductor en Hoznayo, dónde recibimos la noticia de que Evaristo había sido eliminado. Sin embargo, en aquella gasolinera cerrada en la que paramos encontramos un manuscrito escrito con total seguridad por José Ramón Rodríguez Tolkien que estoy traduciendo en mis ratos libres y que publicaré cuando termine. Adelanto que se trata de una historia épica del largo viaje de Mogro y Oruña en busca de la hermana de la última. Un par de paradas a repostar el cuerpo y el vehículo, otro cambio de conductor, demostrar palpablemente que cada vez veo menos de noche y con lluvia, cambio de conductor como consecuencia de eso y llegada a casa con un pequeño susto a la altura de Cervo, cuando el coche patinó un poquito.

Un buen día por tierras guipuzcoanas que habrá que repetir con más tiempo y organización, en buena compañía, paliza de 1063 kilómetros para ver a Evaristo, que volveríamos a hacer y cansancio extremo al llegar a casa, por lo menos en mi caso. El único fallo, no sacar fotos a los pintxos y al camarero.

PD: Mamen, enciende el móvil, que te estuve todo el día llamando
PD2: Katy, ¿se me olvida algo?

No hay comentarios: