lunes, 7 de febrero de 2011

Lunes


Conozco a poca gente a la que le gusten los lunes. Para casi todos es el inicio de la jornada laboral, la vuelta a la rutina tras el descanso del fin de semana. A mí normalmente no me cuesta arrancar demasiado, pero este lunes ha sido diferente. Algo tendrá que ver el intenso fin de semana vivido en Luanco, aunque lo podríamos reducir a la juerga del viernes, que cuando llegas a una edad como la mía ya no tienes el cuerpo para salir de marcha dos días, más bien da para uno y tardas dos en recuperar. Aún así, hice un esfuerzo para salir un rato el sábado, aunque el aguante físico no dio para mucho.

Cuando desperté hoy me sentía tan cansado que pensé que me iba a costar mucho más pasar el día en el trabajo, pero afortunadamente no fue así, tanto la mañana como la tarde se me han pasado bastante rápido. Puede que fuese porque me ha dado por pensar en los buenos momentos del fin de semana, volver a ver a mis amigos, reencontrarme con gente bien maja que conocieron el Socorro el año pasado y repitieron este año, la gente del pueblo que está fuera como yo y que siempre volvemos y a los que me alegra un montón volver a ver. Botellas de sidra, cena y conversaciones interesantes en las que me doy cuenta que hay gente que descubre que detrás de mi imagen hay una persona que suele sorprender, simplemente hay que molestarse un poco en intentarlo. Lástima que nos perdimos enseguida, ¿eh, morena?

Tras la cena, noche en el Muelle cantando habaneras (si se le puede llamar cantar a lo que hacemos algunos) bajo la “magistral” dirección del maestro Carrillo, más sidra, algún cacharrín y más conversaciones con gente con la que no hablaba desde hace mucho tiempo (qué bien nos conservamos desde nuestra época colegial). Y a altas horas seguir la noche por diversos locales para rematar tomando un café y un pincho y viendo amanecer un día espléndido desde la Ribera.

Pero la edad hace pagar los excesos, así que tras pasar casi todo el sábado vegetando, salimos a tomar algo antes de la segunda cena del fin de semana. La verdad, no soy el único que paga los excesos, ya que pocos de los que estuvieron conmigo el día anterior aparecieron, a no ser los “madrileños” y alguna otra excepción. Parada otra vez en el Muelle, un rato de charla con René (a ver si la próxima vez echamos algo más de tiempo) y nueva cena, bastante animada por las habituales discusiones sobre fútbol entre Lara y yo. Luego un rato de verbena, más gente (Vero, te prometo que el cambio que he dado en la última época va a durar) y retirada a los cuarteles de invierno, que el físico no daba para más.

El domingo por la mañana abandoné mi pueblín, cansado y sin voz y hoy, como ya dije, pensé que me iba a costar más arrancar la semana, pero gracias a esos momentos el día ha pasado sin muchos problemas. Es ahora cuando noto el cansancio y me doy cuenta de que la voz está todavía tocada.

Esperemos que la semana siga así y que llegué el viernes para descansar este fin de semana, que ya toca, ¿o no?

2 comentarios:

Unknown dijo...

Pero dudaste en algun momento del sector Madrid???
Si algo bueno tiene estar tan lejos, es que cuando lo pillamos (y mas el Socorro)no dejamos títere con cabeza ni copa a medias, jajaja.

Un abrazo tigre!!!
Pd: Me he dado cuenta que somos tantos luandrileños que podemos llenar un Alsa...

Josín dijo...

Lo malo es que alguno (lo digo por mí) ya no aguanta dos días y el sábado lo pagué. Muy bueno eso de los luandrileños, jeje