viernes, 15 de abril de 2011

Treinta y tantos


Viernes otra vez. Dos días después de mi cumpleaños por fin se me ha pasado la resaca emocional que me habéis provocado alguno de vosotros, queridos seguidores. Y es que 120 felicitaciones en Feisbuk, unas cuantas en Tuenti, infinidad de mensajes y llamadas y la sorpresa de la llegada de mi madre sin avisar me emocionaron. Ya lo sé, no debería emocionarme, pero con la edad uno se vuelve sensible y cumpliendo los que cumplí a veces esas muestras de cariño afectan. En el fondo soy un blando.

No hace falta que os lo diga porque ya lo sabéis, pero os doy las gracias a todos y cada uno de vosotros, sea el que sea mi grado de relación, que con unos es más grande que con otros. Quiero decir también que algunas me emocionaron de una manera brutal, sobre todo esas que no podía imaginar que me llegasen. Solamente una de ellas, llegada hace unos minutos me ha causado indiferencia. ¿Aún no entiendes que no quiero saber nada de ti? Pero bueno, aparte de esa, encender el teléfono y el ordenador el miércoles  al llegar a casa después del trabajo se convirtió en una catarata de emociones que me llevaron casi al borde de las lágrimas.

Sí, hubo alguna ausencia de felicitación, pero sé que esas personas tienen la cabeza ocupada en otras cosas, así que no lo tendré en cuenta, jeje. Sé que vuestro olvido lo vais a compensar con creces la próxima vez que nos veamos. Y creo que os contesté a todos, si de alguno me olvidé lo siento.

En resumen, gracias a todos, si vuestra intención era hacerme sentirme querido lo lograsteis de un modo inimaginable

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