Semana agridulce

Se acaba una semana extraña, en la que las malas noticias superaron a las buenas: discusiones sobre San Valentín, un rayón en el coche y, lo peor de todo, compañeros de trabajo que pasan a engrosar las listas de desempleados.

Aún así, el viernes fue una noche divertida. Esa persona que dijo tras las fiestas del Socorro que iba a hacer un parón biológico no lo está haciendo nada mal los viernes. Unos vinitos en buena compañía, risas con la serie de catastróficas desdichas que puede traer un viaje a Lanzarote a falta de dos días para iniciarlo, imaginarse qué pasaría si Drácula y Morticia Addams intentasen subir a un avión, cena, copas, tertulia sobre quiénes son el actor y la actriz que no soportas (Willem Dafoe y Meryl Streep en mi caso, a él lo odio por el papelón que hizo en "Corazón salvaje" y siempre que lo veo lo recuerdo, a ella simplemente no la soporto (venga, llegó la hora de que alguna me atice por decir eso)), batallas dialécticas con Paleo, reencuentros, gente disfrazada y gente que no lo estaba. Y retirada cuando el cuerpo dijo basta.

Sábado de relax, hacer cosas por casa, dormir, Trainspotting, fútbol, nuevas fotos de la peque, poco más que contar. 

Y hoy domingo levantarse pronto, cielo gris, paseo por las calles mojadas y vacías, viento y pequeñas gotas de agua en la cara, alguna foto y enésimo disgusto futbolero por parte de Oviedo y Marino, dos nuevas derrotas. Y ya es que con los primeros ni me cabreo, porque lo del Marino es bastante más normal. Con salvarnos el objetivo está cumplido.

Ahora un café, un chupito e ir apurando las horas del fin de semana hasta la hora de irse a la cama. Viendo fútbol, baloncesto, escuchando la radio, leyendo... Lo de siempre.

Mañana a trabajar y el martes fiesta. Debe ser la única cosa que me gusta del Carnaval