Miércoles. Cuarto día consecutivo de un extraño calor veraniego en pleno otoño acompañado con algunas (insuficientes) gotas de lluvia. Un calor pegajoso que agota en el trabajo durante el día e impide descansar satisfactoriamente por las noches. Y durante el tiempo libre lo de siempre, compra, lectura, tele, ordenar los libros que andaban por encima de la mesa e ir preparando el viaje del fin de semana aprovechando que el viernes es fiesta. Otro viaje a Cáceres, el quinto viaje relámpago en 5 meses a ver a parte de la familia y a disfrutar con Sara del concierto de Extremoduro. Parecía muy lejano el concierto el día de julio en el que compramos las entradas y ya está ahí, a 72 horas. Y el domingo viaje de vuelta.
Aparte de eso, contento de ver feliz a una amiga que estaba pasando un pequeño mal momento (ya me contarás en profundidad) y riendo gracias a gente que saca conclusiones precipitadas sobre situaciones que no existen.
Y mañana dejarlo todo listo y estar atento a ver si Felix se tira o no se tira. ¿Viento? Lo que hay es miedito. Y lo comprendo.
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