Llevaba casi todo el año
dando tumbos: Palencia, Mallorca, Toledo. Obras de menos de dos meses pero bien
pagados. Por el medio, alguna semana en casa y otras currando en Veriña o
Tabaza o Gijón, cerca de casa pero saliendo a las 7 de la mañana y llegando a
las 11 de la noche. Y a finales de septiembre, tras una temporada en Navia y
sin ningún trabajo a la vista, me fui con unos amigos de casa rural y el
domingo al volver a casa Diego y yo tuvimos un accidente de coche.
El miércoles por la mañana recibí
una llamada. Me ofrecían tres meses de trabajo prorrogables, una sustitución
por maternidad en San Ciprián, empezaría el lunes siguiente y tenía que
contestar inmediatamente. Sin pensarlo dije que sí.
Volvía a uno de los lugares
de mi infancia y adolescencia, aquel al que llegué con 8 años y me marché con
18. Aquel al que en 13 años había vuelto esporádicamente en visitas de uno o
dos días como mucho.
Iban a ser tres meses, así
que lo mejor era alquilar algo, así que llamé a un amigo de la infancia, uno de
esos con los que nunca pierdes el contacto por lejos que estés. Cuando le di la
noticia soltó un grito de alegría y me dijo que se encargaba de buscarme algo. “Te
llamo por la tarde o mañana por la mañana”. No hubo que esperar tanto. A los 15
minutos me llamó y me dijo que ya tenía alojamiento.
Ya tenía lo esencial.
Faltaba hacer el equipaje y unas compras, cosas que hice los dos días
siguientes. Con todo listo en dos maletas partí hacia mi nuevo-viejo destino el
sábado 4 de octubre de 2003 para instalarme, organizarme y comenzar a trabajar
el lunes 6.
Los tres meses fueron en
realidad tres y medio y a finales de enero volví a Luanco, dejando mis cosas en
aquel piso, ya que me comunicaron que en poco tiempo volvería. Dediqué los
siguientes tres meses a resolver asuntos pendientes y concluir cosas que
estaban a medias, como el carné de conducir) y en mayo volví a Sanci. Y hasta
hoy.
A veces parece que no, pero
el tiempo pasa muy deprisa, parece que fue ayer, pero ayer hizo 9 años. Y en 9
años pasan muchas cosas. Amistades retomadas, reencuentros, nuevas amistades, una
“familia” estupenda, aprendizaje, diversión, buenas noticias y, sobre todo,
trabajo. Y que no falte.
También ha habido cosas
malas. Cansancios, cabreos, malos momentos anímicos que por mi carácter casi
siempre me he tragado solo, aunque haya habido gente que ha intentado ayudarme.
Sobre todo aquel momento de 2007 en el que por lo que algunos sabéis me tuve
que traer de Luanco todo lo que me quedaba allí.
Son 9 años y me encuentro
muy bien aquí. A veces alguien me pregunta si echo de menos Luanco. Ya sé que últimamente
no voy mucho y os tengo medio abandonados, pero, aunque esté muy a gusto aquí,
está claro que echo de menos mi pueblín y a mis amigos. Tranquilos, que no os
olvido, pero comprenderéis, sobre todo los que me habéis visitado, que un trocito
de mi corazón está en San Ciprián.
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